PSICOTERAPIA
INTEGRATIVA Y TRANSPERSONAL
 
 
 
 
 

Sufismo, una forma de cura

Por Carlos Velasco Montes. Psicólogo

 
         
 

 

   

Conocimiento de uno mismo, de la creación y del Creador

El sufi es un ser que busca estos tres conocimientos en la vida cotidiana. Para llegar a ese conocimiento camina por un sendero llamado Sufismo. El Sufismo está basado en los códigos o signos del Corán (6235 aleyas), teniendo estos signos ocho niveles de comprensión, desde lo más manifiesto, hasta lo más oculto y sutil. El Corán es guía, discernimiento e inspiración para el sufi.

 

Al Sufismo (en su forma original y auténtica), no hay que teñirle de estereotipos, “sectarismos”, ni mucho menos, “integrismos”. Hay que contemplarlo desde una visión universal y unificadora de la realidad y dentro del Islam, siendo una ciencia de la excelencia de los estados espirituales en la vida cotidiana. Hay que comprender que la práctica de esta vía es eficaz, rápida y segura para la transformación interna y externa del ser humano. Hay que aprender a amar al Sufismo del mismo modo que se ama a un hijo, el jardín favorito o la joya más preciada, porque, al hacerlo, se está amando a Allah. Hay que tener el coraje de atreverse a amar y ser amado. Por desbordamiento de amor, Allah hace la creación.

 

Dice un hadiz (dicho del Profeta Muhammad, s.a.w.s.): Quien se conoce a sí mismo, conoce a su Señor”. El Sufismo es conocerse a sí mismo, porque es a partir del conocimiento de uno mismo cuando se conoce a los demás, a la creación y a Allah. Allah nos dice en otro hadiz qudsí: “Yo era un tesoro escondido. Quise ser conocido y creé la creación”. Estamos hablando de conocer la Realidad mediante un conocimiento verdadero, útil y profundo, capaz de desprendernos de nuestras miserias, sufrimientos, apegos y dudas.

 

Allah (Dios, Originador, Innombrable o como se Le quiera llamar) es el Señor de todos los mundos, es decir, de todas las señales existentes en todos los mundos creados. La misión del sufi es decodificar esas señales y contemplar la manifestación de los atributos de Allah en toda la creación. (Es bueno aclarar que la creación no es Allah –un árbol no es Allah–, sino una representación de Su manifestación).

Allah ha puesto en la sonrisa de un niño signos para que comprendamos.

 

El sufi, al decodificar y “leer con el ojo del corazón” los nombres de Allah en todo lo creado, llega a conocerLe y, por tanto, a ser sabio. Si, por ejemplo, contemplas la creación desde el nombre “el Amoroso” (al-wadud) y repites mil veces ese nombre, sus secretos se te desvelarán. En el Corán se conoce a Allah por 99 nombres, el número cien lo ha reservado para Él, este nombre es Allah (al-Lah ‘la Divinidad’). Allah ha creado todo con esos 99 nombres: el Misericordioso, el que Abre, el Sutil, el Generoso, el Hacedor del Bien, la Luz, el Guía, etc. Si repites estos nombres con la lengua, con la mente y, especialmente con el corazón, la cura para el ego (nafs) llega en forma de serenidad, apertura, luminosidad, conocimiento, etc.

 

El sufi es el representante de Allah en la tierra (jalifa); como tal, debe reconocer que en su corazón existe una joya preciosa, el espíritu. Este buscador sabe que debe contemplar con los cinco sentidos los atributos de Allah en todo lo que existe. Es por lo que educa sus sentidos, alejándose de todo aquello que le distrae y le aparta de su objetivo.

 

Hay que atreverse a “llegar a ser” y tener el coraje de ser libres, de ser justos, de disfrutar y desarrollar lo que la Fuente ha puesto en nuestros corazones. El sufi es el que se esfuerza (Yihad Akbar esfuerzo mayor’, incorrectamente llamado guerra santa), por adquirir un conocimiento útil para sí mismo y para los demás; es el que batalla contra sus aspectos negativos hasta alcanzar las mejores cualidades. Esto se refiere a: “Muere antes de morir”; es decir, muere de todo aquello que no eres, de todo aquello que no es más que artificio. Muere de lo viejo inútil y renace en lo que es la Vida. También el sufi batalla en el exterior (Yihad Sagir esfuerzo menor), contra la injusticia, la esclavitud y el maltrato del ser humano. Es un hombre comprometido consigo mismo y con los demás; abandonando la adoración de su ego, pone al servicio de los demás sus mejores cualidades.

 

Día a día estamos obligados a luchar por vivir esclarecidos, porque el sufi es “el hijo del instante”. La lucha tiene que ser desde la fortaleza y la serenidad, siempre orientada al encuentro consigo mismo, y en la que va descifrando los signos de la creación, gozando de toda ventura.El sufi es aquel que, habiendo abandonado sus falsas señas de identidad, se asemeja a una hormiga negra, sobre una piedra negra, en una noche negra; tan sólo le reconocen los que pueden ven desde la intuición del corazón. Dice la Tradición: “Vive como si fueras a morir hoy y muere como si fueras a vivir eternamente”. Así, pues, adquiramos conocimiento de prender a vivir para tener un buen morir y alcanzar el Jardín, será entonces cuando la vida será más fácil, tendrá más saboreo y más sentido. El Viviente es uno de los nombres de Allah.

 

La ignorancia es esclavitud, injusticia y falta de responsabilidad para con uno mismo y con el mundo. También es falta de discernimiento, confusión y enfermedad. El hombre ignorante no sabe de justicia ni de libertad, por lo que fácilmente puede ser manipulado por una política depredadora de los derechos del ser humano. Todos tenemos derecho al conocimiento.

“Despierta del sueño de la ignorancia”, porque la ignorancia es una tela de araña de la mente y hace enfermar al cuerpo y al corazón. La medicina psicosomática –ciencia bien conocida en el siglo XII en la Península Ibérica en tiempos del al-Andalus hace hincapié en que muchas enfermedades físicas son causa de conflictos psicoemocionales: “Toda enfermedad es, en última instancia, velamiento del espíritu”.

 

“El hombre está dormido y cuando muere despierta”. Despertemos del sueño de la ignorancia, del sueño de la ilusión, de la irrealidad (waham en árabe, maya en sánscrito), antes de la muerte física, y gocemos de las maravillas que la Vida nos brida en cada instante.

El Sufismo considera tres elementos fundamentales en el ser humano, la mente (nafs), el cuerpo (jism) y el espíritu (ruh). Es la mente la que causa la mayoría de las enfermedades en el cuerpo; en última instancia, lo que está “enfermo”, oculto, velado, es el espíritu. Viendo esto, toda cura debe considerar la existencia del espíritu, pues es éste el que está “tapado” (kufur) por los conflictos psicoemocionales de la mente (nafs).

 

La ignorancia del ego (nafs) es lo que hace enfermar al cuerpo. Por eso, el conocimiento de uno mismo, del mundo y de Allah desvela el espíritu, que, habiéndose desmantelado de los conflictos del ego, resplandece con la luz de los significados y las luces de Allah. A esto se le llama espiritualidad. Claro está que esta espiritualidad es entendida desde las cosas de la vida cotidiana, porque espiritualidad es estar con los pies bien asentados a tierra en la realidad del día a día.

La espiritualidad en el Sufismo es ver lo esencial en las cosas creadas, porque es la sencillez lo que nos permite aligerar nuestro equipaje de vida complicada. Ver lo esencial en las cosas es decodificar los signos de la creación en su inmediatez y, por tanto, estar más próximos a los secretos de Allah, saboreando Sus resplandores.

 

Contra la ignorancia, contra el no saber lo que somos y contra la confusión, está el recuerdo de Allah, la rememoración y pronunciación de Sus nombres (dhikr); porque sólo el recuerdo de Allah nos permite vislumbrar las luces del espíritu. El dhikr nos permite recordar lo que éramos y nos da sabiduría acerca de nuestra forma original, de nuestro estado natural de ser o estado de fitr, y nos permite alcanzar el grado de Hombre Perfecto (Insan al-Kamil), que es un ser humano de un conocimiento universal.

Al re-conocer nuestra forma original, el ego (nafs), tirano e inquisidor, se transforma adquiriendo un estado de serenidad. Todo está dentro de ti; lo importante es hacer el viaje de vuelta si es posible con la ayuda de un guía en busca del conocimiento de uno mismo, de la creación y del Creador, Allah.

 

 

 

 
 
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Carlos Velasco Montes · Psicólogo Colegiado M-15178. Universidad Complutense

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