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En las últimas décadas del siglo XX, la influencia
espiritual de Mevlana Yalal al-din Rumi está siendo percibida con fuerza por
personas de diferentes credos a través del mundo Occidental. Él está siendo
reconocido acá en Occidente –tal como lo ha sido durante siete siglos en
Medio Oriente y Asia Occidental—como una de las figuras literarias y
espirituales más importantes de todos los tiempos.
Se han expuesto diferentes cualidades de Rumi, producto de una variedad de
nuevas traducciones que han aparecido durante la década de los ochenta. Ha
sido presentado como refinado y sensual, como sobrio y extático, como
profundamente serio y extremadamente divertido, como elevadísimo y muy
accesible. Es signo de su profunda universalidad el que haya sido tantas
cosas para tantas personas.
La vida de Rumi
Yalal al-din Rumi nació en 1207 en Balkh en lo que hoy día es Afganistán. A
temprana edad, su familia dejó Balkh por el peligro de invasión de los
mongoles y se estableció en Konya, Turquía, que era entonces capital del
Imperio Selyuk. Su padre Bajaudín era un gran maestro religioso por lo que
asumió un puesto en la Universidad de Konya.
La primera educación espiritual de Mevlana fue bajo la tutela de su padre
Bajaudín y luego bajo la del amigo cercano de su padre, Sayyid Burjanedín de
Balkh. Las circunstancias bajo las cuales Sayyid toma a su cargo la
educación del hijo de su amigo son interesantes: Sayyid estaba en Balkh,
Afganistán, cuando a la distancia percibió la muerte de su amigo y
comprendió que debía ir a Konya para asumir la educación espiritual de Yalal
al-din. Llegó a Konya cuando Mevlana tenía cerca de veinticuatro años y
durante nueve años lo instruyó en la “ciencia de los profetas y los
estados,” comenzando con un retiro de cuarenta días estricto y siguiendo con
varias disciplinas de meditación y ayuno. Durante ese tiempo Yalal también
vivió cerca de cuatro años en Aleppo y Damasco estudiando con algunas de las
mentes religiosas más grandes de la época.
Con el paso del tiempo, Mevlana creció en conocimiento y en conciencia de
Dios. Finalmente Sayyid Burjanedín sintió que había cumplido su cometido
respecto de Mevlana, y quiso vivir el resto de sus años en aislamiento. Le
dijo a Mevlana:
“Ya estás preparado, hijo mío. No tienes igual en ninguna de las ramas del
aprendizaje. Te has convertido en un león del conocimiento. Yo también soy
un león y no es necesario que los dos estemos acá; por eso quiero marcharme.
Más aún, un gran amigo vendrá a ti y serán cada uno el espejo del otro. Él
te guiará hacia las partes más profundas del mundo espiritual, y tú lo
guiarás a él. Cada uno de ustedes complementará al otro, y serán los mejores
amigos del mundo entero.”
Y así fue como Sayyid anunció la llegada de Shams de Tabriz, el evento
central de la vida de Rumi.
A la edad de treinta y siete años, Mevlana conoció al errante espiritual
llamado Shams. Mucho se ha escrito ya acerca de su relación. Antes de este
encuentro, Rumi había sido un profesor de religión eminente y un místico
elevado; luego de él, se convirtió en un poeta inspirado y gran amante de la
humanidad. El encuentro de Rumi con Shams puede compararse con el encuentro
de Abraham con Melquisedec. La siguiente explicación se la debo a Murat
Yagan: “Un Melquisedec y un Shams son mensajeros de la Fuente. No hacen nada
por sí mismos, sino que traen iluminación a alguien que puede recibirla,
alguien que está muy completo o muy vacío. Mevlana era uno que estaba muy
completo. Luego de recibirla pudo aplicar este mensaje para beneficio de la
humanidad.”
Shams estaba ardiendo y Mevlana se incendió. La asociación de Shams con Rumi
fue breve. A pesar del hecho de que cada uno era un espejo perfecto para el
otro, Shams desapareció no una, sino dos veces. La primera vez, Sultán Veled,
uno de los hijos de Rumi, lo buscó y lo encontré en Damasco. La segunda
desaparición, sin embargo, resultó ser la última y se piensa que Shams puede
haber sido asesinado por personas resentidas por su influencia sobre Mevlana.
Rumi era un hombre de conocimiento y santidad antes de conocer a Shams, pero
sólo después de la alquimia de su relación con él, fue capaz de cumplir la
profecía de Sayyid Burjanedín en el sentido de que él “ahogaría las almas de
los hombres en una vida nueva y en la abundancia inconmensurable de Dios… y
traería de nuevo a la vida a los muertos de este falso mundo aportando…
significado y amor.”
Durante los diez años posteriores a conocer a Shams, Mevlana había estado
componiendo espontáneamente odas, o gazales, las que habían sido
coleccionadas en un gran volumen llamado Diván-i Kabir. Mientras tanto,
Mevlana había desarrollado una amistad espiritual profunda con Husamedín
Chelebi. Ambos paseaban un día por los viñedos de Meran, en las afueras de
Konya, cuando Husamedín le explicó a Mevlana una idea que tenía: “Si
escribieras un libro como el Ilahiname de Sanaí, o como el Mantiq’iut-Tayr’i
de Faridudín Attar, este se convertiría en la compañía de muchos trovadores.
Ellos llenarían sus corazones con tu trabajo y compondrían música para
acompañarlo.”
Mevlana sonrió y extrajo del interior de los pliegues de su turbante un
trozo de papel en el que tenía escrito las dieciocho líneas iniciales del
Masnavi, comenzando con:
Escucha la flauta de caña y la historia que cuenta,
como canta acerca de la separación…
Husamedín lloró de alegría y le rogó a Mevlana que escribiera más volúmenes.
Mevlana respondió, “Chelebi, si tú consientes en escribir para mi, yo
recitaré.” Y así fue como Mevlana, en los inicios de sus cincuenta años,
comenzó el dictado de su obra monumental. Según la descripción que hace
Husamedín del proceso: “Él nunca tomó una pluma en su mano mientras componía
el Masnavi. Dondequiera que estuviese, ya sea en la escuela, en los baños
termales del Ilgin, en los baños de Konya, o en los viñedos de Meran, yo
escribía lo que él recitaba. A menudo apenas podía seguirle el paso, a veces
día y noche durante varios días. Otras veces no componía durante meses, y
una vez estuvo dos años sin producir nada. Al término de cada libro, yo se
lo leía de vuelta, de modo que pudiera corregir lo que había escrito.”
El Masnavi puede ser considerado con justicia la más grande obra maestra
espiritual jamás escrita por un ser humano. Su contenido incluye el espectro
completo de la vida en la tierra; todo tipo de actividad humana: religiosa,
cultural, política, sexual, casera; cada tipo de carácter humano desde el
vulgar hasta el refinado, así como detalles copiosos y específicos del mundo
natural, historia y geografía. Es también un libro que presenta la dimensión
vertical de la vida –a partir de este mundo terrenal de deseo, trabajo y
cosas, hasta el nivel más sublime de la metafísica y conciencia cósmica. Es
su integridad la que nos encanta.
Su entorno espiritual
¿Qué es lo que necesitamos saber para recibir el conocimiento que Rumi nos
ofrece?
Antes que nada, debemos entender que la tradición de Rumi no es una
tradición “oriental.” No es no de Oriente ni de Occidente, sino que algo
intermedio. La lengua materna de Rumi era el persa, un idioma indoeuropeo
fuertemente influido por el vocabulario semítico (arábigo), algo así como
francés con un chapuceo de hebreo.
Más aún, la tradición islámica que formó a Rumi sostiene que hay sólo una
religión, la que ha sido dada a la humanidad a través de innumerables
profetas, o mensajeros, quienes han traído este conocimiento del Espíritu
para todas las personas. Dios es la Fuente sutil de toda la vida, cuya
esencia no puede ser descrita ni comparada con nada, pero que puede ser
conocida mediante las cualidades espirituales que se manifiestan en el mundo
y en el corazón humano. Es una tradición profundamente mística por un lado,
pero con un énfasis fuerte y claro en la dignidad humana y en la justicia
social, por el otro.
El Islam es entendido como una continuación de la tradición judeocristiana o
abrahámica, que honra a los profetas hebreos, así como también a Jesús y
María. Los musulmanes, sin embargo, son muy sensibles al tema de aludir
divinidad a un ser humano, aspecto que ellos ven como el error primario del
cristianismo. Aunque en el Qur’an, Jesús es llamado “el Espíritu de Dios,”
se consideraría una blasfemia identificar a cualquier ser humano en forma
exclusiva con Dios. Muhammad es visto como el último de los profetas humanos
que trajo el mensaje del amor de Dios.
En la época de Rumi, la forma islámica de vida había generado un alto nivel
de conciencia espiritual entre la población en general. La persona típica o
promedio era alguien que realizaba abluciones y oraciones en forma regular
cinco veces al día, ayunaba de comida y bebida durante las horas de sol un
mes al año por lo menos, y seguía estrictamente un código de comportamiento
que enfatizaba la remembranza continua de Dios, la intención, la integridad,
la generosidad y el respeto por toda vida. Aunque el Masnavi puede atraernos
en muchos niveles, requiere de un nivel relativamente alto de conciencia
espiritual como punto de partida, y se extiende a los más altos niveles de
comprensión espiritual.
El estado humano no iluminado es uno de “falta de fe,” en el cual el
individuo vive esclavo del falso yo y de los deseos del mundo material. Las
prácticas espirituales que Rumi había conocido están dirigidas a transformar
la compulsividad del falso yo y a alcanzar el Islam o “sumisión, entrega,” a
un orden superior de la realidad. Si esta Entrega, el yo real está
esclavizado al ego y vive en un estado de conflicto interno debido a los
impulsos contrapuestos del mismo. El ego esclavizado está desconectado del
corazón, órgano de percepción principal de la realidad, y no puede recibir
la guía espiritual y nutrición que éste provee.
La superación de esta esclavitud y de esta falsa separación lleva a la
realización y al desarrollo de nuestra verdadera humanidad. La madurez
espiritual consiste en comprender que el yo es un reflejo de lo Divino. Dios
es el Amado o el Amigo, la identidad transpersonal. El amor a Dios lleva al
amante a olvidarse de sí mismo, a perderse en el amor de su Amado.
Rumi: Amanecer. Publicado por Editorial Cuarto Propio
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